-Querido Señor Inman, desde que usted se marchó el tiempo se
ha medido en capítulos amargos. El pasado otoño mi padre murió. Nuestra granja
de Blackoc está abandonada. Todas las casas de estas montañas han vivido alguna
tragedia. Cada día el pavor de enterarnos de quién ha caído, quién no regresará
de esta terrible guerra. Y sigo sin noticias suyas. ¿Está vivo? Rezo a Dios
para que así sea. Esta guerra está perdida en el campo de batalla y por ello es
una doble pérdida para aquellos que permanecen.
-¿Y si le matan y ya no vuelvo a verle nunca más? Usted me
dijo que al cabo de unos días apenas recordaría su nombre. Oh… Inman… han
pasado más de tres años y aún recuerdo su nombre.
Mi último aliento de ánimo surge de confiar en usted y de
creer que volveré a verle. Por eso ahora le digo, lo más llanamente posible,
que si está combatiendo deje de combatir. Si está marchando deje de marchar.
Vuelva conmigo. Vuelva conmigo, ese es mi ruego.